Siento que no tengo pulso, que cada vez esta habitación es más fría y oscura, sólo puedo ver mis miedos y preocupaciones buscándome mientras intento cerrar mis ojos y mantener la respiración.
Ya he tomado mi dosis, debo sentirme mejor, debo acabar con estos pensamientos que me hacen no ser yo, no sé si han pasado 5 o 10 minutos desde que no puedo moverme, donde apenas puedo visualizar el color de mi habitación. Cierro de nuevo mis ojos mientras intento decirme qué todo estará mejor.
Han pasado sólo meses desde que he intentado sobrevivir a una dura batalla, donde solo soy la única que intenta revivir algún estímulo que me haga sentir mejor, sentirme más viva. Escucho como mis padres me dicen que todo estará mejor ¿pero acaso todo será mejor si siento que estoy muriendo? ¿Debo darme por vencida o seguir batallando? Es que cada vez se hace más difícil ser la única que termina con heridas al punto de desangrarse.
Quizás no aplique la eutanasia para que mi mente deje de sobrepensar, sino acabe matándola para que mi verdadera yo pueda resurgir entre los escombros, es que ¿acaso se perdió? ¿Por qué no puedo volver a ser yo? Quizás porque mi antigua yo terminó perdida mientras dábamos un “no quiero seguir en esta carrera, no es mi vocación.”
Ese día la mataron, ese día murió junto mis otros sueños y metas, ese día murió mi antigua yo. Podría ir a comprarle flores, mientras intento enterrar mi pasado, mientras una lágrima se desliza por mi mejilla. Porque la extraño, extraño como era tan ilusionada de la vida y con tantas metas que ni siquiera pude cumplir.
Mientras intento seguir el ritmo de mi respiración y toco mi pecho como si de un ataque se tratará, siento que estoy ganando esta batalla, siento que por fin puedo respirar y dejar de temblar. Veo la luz, y ya mi mente se queda en blanco.
Por fin puedo decir que he ganado.
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